miércoles, 5 de octubre de 2011

La pera


Una pista que no termina, un sol que no alumbra, una banca que no acoge, una casa que deja de ser acogedora. 


Un perro que ya no ladra, una recta que empieza a ser curva, un viento que sopla y enfría, vapor de agua que del suelo el ambiente entibia.


 Una luz tenue, un claro día, un color ocre marca una roca de nombre santo entre aguas lacrimosas bajo un halo que solo causa envida ante aquella mujer que no ha perdido en ningún momento la sonrisa.

Una sonrisa comprometida, un par de zapatillas, un gélido silencio andante, un brazo confiado, una Lima esquiva, un cielo gris que aun no me ha quitado del todo la saliva.


Un recolector de viento, un planeador incierto, un conglomerado de letras, un abrazo que hasta ahora no comprendo.


Un camino bordeado de árboles chismeando en silencio, un camino aparentemente extenso, una desconfianza entre sonrisas se esconde con esmero entrecortada por un trío repetitivo de colores que marcan el ritmo de estos sujetos. El bullicio se hace más extenso, acrílicos y tablones indican el camino, hombres vociferan sus destinos, metálicos gritos separan a estos 2 individuos que en ningún momento del camino han demostrado cariño.


Un adiós una sonrisa y no hubo otro motivo por el cual decirle que no se vaya con prisa.

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